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martes, 1 de enero de 2008

PRIMER ARTÍCULO






Hoy en día los docentes estamos llamados a ser generadores de cambio. Un profesor debe poseer el 33% de entrega a su labor, un 33% de amor a sus pupilos y un 33% de investigador. Todo este porcentaje debe propender por el mejoramiento constante de los procesos educativos que el profesor desarrolle y convertirse no solo, en el docente facilitador de los diversos saberes de sus estudiantes sino, en un agente que promueva la ternura, la constancia, la responsabilidad y la diversión (entendiéndose esta, como todo procedimiento lúdico que logre afianzar conocimientos) para identificar fácilmente las falencias de su trabajo y de los elementos que conforman su quehacer pedagógico; el aula de clases debe convertirse en el taller donde el pueda resolver por evolución las diversas situaciones que se presenten y así transformarlas en nuevas experiencias significativas en procura de brindar bienestar, interés y expectativas de cambios con la comunidad educativa en la que se encuentre.


Algunas experiencias mal educan. Una experiencia mal educa cuando detiene
o distorsiona el crecimiento de la experiencia posterior… Así como un hombre
no vive ni muere para si solo, tampoco una experiencia vive ni muere para si
sola. Es por esto que se deben seleccionar el tipo de experiencias que
sobrevivan fructuosa y creativamente a la experiencia futura. (1)

Los maestros visionadores pueden enseñar con experiencias y no necesitan plegarse a ningún modelo pedagógico o estar encasillados en una asignatura para asumir una posición ecléctica
Toda enseñanza de calidad requiere de un profesor que tenga claridad a cerca de lo que va a enseñar, que sienta gusto por su oficio y que abra los horizontes culturales de los jóvenes a su cargo, sin menospreciar en ningún momento sus conocimientos previos o la realidad de su contexto. Cabe anotar, que las condiciones físicas del entorno en el que vivan los estudiantes influirán en el desarrollo de la aprehensión de los saberes.
Por ejemplo, un estudiante de la zona céntrica de Bogotá va a necesitar menos acercamiento del profesor porque posee las herramientas necesarias para obtener los saberes mientras que uno que viva en Riohacha donde son pocas las viviendas que poseen esas herramientas requerirá que el docente sea más creativo y utilice las estrategias necesarias para generar y asegurase que el alumno logre alcanzar ese mismo conocimiento.
El docente es el encargado directamente del aprendizaje y formación de sus alumnos y no puede desechar experiencias y conceptos que podrían mostrarle nuevas sendas de desempeño educativo pues la misión que cumple día atrás día requiere mucho estudio, apertura del pensamiento, ejecución de estrategias y esfuerzo.
El educador que no está en una constante capacitación o búsqueda del conocimiento tiene muchos limitantes y esto a su vez desencadena una serie de hechos que de una u otra manera repercuten en su quehacer pedagógico viéndose reflejado en la apatía, displicencia y hastío de sus educandos.

Con base en la experiencia de mi labor como docente durante los 13 años del ejercicio de mi profesión, me atrevo a afirmar que:
En nuestro medio, encontramos maestros que laboran sólo por la necesidad de devengar un salario; estos susodichos nunca valoran a los estudiantes de forma cualitativa y como no manejan la práctica pedagógica, en lugar de crear ambientes de aprehensión del conocimiento lo que consiguen, es transformar los espacios del saber en lugares conflictivos donde el interés radica solo en lo cuantitativo.

Stenhouse, propone pasar de un diseño curricular por objetivos a un diseño curricular por procesos, desde lo previsto, rígido, específico, mediable, autoritario y repetitivo hacia lo imprevisible, flexible, opcional, incierto, auto-evaluable y comprensible.

Es decir, que el estudiante ya no solo es responsabilidad del padre, madre o contexto sino, de su docente orientador y que lo cuantitativo, que aunque no se puede desechar pase a un segundo plano.
Los nuevos estándares de calidad le exigen a los docentes de hoy tener una mirada crítica y valorativa sobre el aprendiz, y poseer pensamientos amplios que se vean reflejados en los logros de sus estudiantes; para ello, el pedagogo debe crear una atmósfera donde el amor, la comprensión, el conocimiento y los estímulos confluyan generando la convergencia de los procesos de aprendizaje para que surjan: el diálogo, la crítica, la confrontación y la acción compartida en la práctica social y de esta manera, emerjan las estrategias de prevención y solución de problemas en pro del bienestar de la comunidad.

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(1) Dewey J. 1960. pp 25-28